Hacía tiempo que queríamos darnos el caprichino (guiño, guiño) de probar la comida cantonesa de «Hong Kong Kitchen», entre la madrileña Gran Vía y la calle Leganitos.
La culpa la tiene un vídeo de Mikel Iturriaga, a.k.a «El Comidista», publicado hace un año más o menos, en lo más duro del primer confinamiento español. Las noticias llegadas de China, muy poco a poco, volvían a hablarnos de la posibilidad de la luz; y el mono de viajes a mercados lejanos no ha hecho sino aumentar desde entonces.
El momento nos llegó un domingo de finales de abril lluvioso y tirando a frío, más otoñal que primaveral.
Probamos (por orden de retrato) el té de jazmín con kiwi («kiwipedia», lo han bautizado, no sin guasa), los kaos de pato con boletus (de lo mejor, en mi opinión), los tallarines con verduras, el arroz glutinoso (o flutinoso, según el ticket) envuelto en hoja de loto, el tofu frito en cazuela con setas, los baos de cerdo a la plancha, el pollo crujiente en hamaca y, de postre, el jugo de mango con tapioca, por amable recomendación de nuestra camarera.
El local estaba abarrotado, pero se respetaban las medidas de seguridad sanitaria. En nuestro caso, al no haber reservado, estuvimos aún más distanciados y tranquilos en la parte superior del local. La recomiendo mientras dure la pandemia, aunque también en cualquier momento, para quien disfrute mirando sin disimulo las jetas del personal sorbiendo noodles.

Hasta que podamos conocer China, sin duda, la cocina madrileña del «Hong Kong Kitchen» es una estupenda opción.