Han pasado seis años desde que, un jueves santo gris y lluvioso, probara los «dombrés de crabe» en un restaurante de la playa de Bananier, en la isla de Guadalupe. He pensado a menudo en ellos durante este tiempo, pero no me había arrancado a perpetrarlos hasta hoy. Viendo lo fáciles que son, me pregunto por qué; y, sobre todo, cómo habré aguantado tanto tiempo sin ellos.
No tienen misterio: son bolitas de harina cocinadas en una salsa espesa de «colombo», mariscos, tomate y chiles.
La mayor complejidad reside en hacerse con el «colombo», esa preciada especia caribeña, similar al curry, pero sin ser curry. Mezcla comino, anís estrellado, azafrán, jengibre y no sé cuántos mágicos componentes más. Aquí en Francia se encuentra fácilmente en los hipermercados. Ventajas del colonialismo a toro pasao.
La receta que más se estila en Las Antillas en Cuaresma es la de «crabe», o sea, cangrejacos. Aunque también se estilan las variantes con «ouassons» o «ouassons», que vendrían a ser, abreviando, gambones de kilo. Por aquello de que, según la religión cristiana, no se puede comer chicha en esa época, si una quiere ir al cielo. ¡Como si no bastara un sorbito de este guiso para ingresar de cabeza en el paraíso!
En casa, como somos clase media tirando a cada vez más baja (merci, Macron), usamos langostinos salvajes de Argentina congelados comprados en el «Intermarché» de ofertón. Y una lata ni-mu-buena-ni-mu-cutre de cangrejo desmigado. El objetivo era hacer un mix low cost de las dos versiones antillanas más extendidas.
El plato en sí también es humilde en aquellas latitudes, porque allá los bichejos acuáticos frescos no cuestan un ojo de la cara, como es lógico. Y luego lleva, para llenar bien la tripa del esclavo, los «dumb breads» harinosos que le dan nombre, poco costosos: para formarlos, se amasan harina, sal y agua hasta conseguir una pasta que luego se va moldeando en pelotitas.
Hay además «dombrés», «dombwés» o «dombrais» (la grafía es lo de menos en las lenguas criollas) con habichuelas, cerdo y, en suma, lo que se pille.
Para la salsa, primero rehogamos los mariscos y luego agregamos ajos, cebolletas, pimentón y pimiento a falta de «cives» y «piment fort»; tomates pelados, tomate concentrado, vino blanco (capricho personal de Zampa), jugo de lima y dos cucharadas colmadas de «colombo».
El resultado nos transportó al Caribe de tal modo que terminamos haciendo surf en el sofá.
Lo de Merci, Macron, me ha dado risa floja.
Qué pinta tiene esto…
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Que buena pinta. La foto te invita a probarlo. Siempre los platos de los pobres tienen alma y rezuman sabiduría popular.
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