Hoy traigo una receta que es todo lo contrario a complicarse la vida. Rápida, sana, económica, sabrosa, resultona. Al lío:

Ingredientes: 

-Cuatro tomates.

-Una lámina de masa quebrada (con hojaldre también saldrá bien). 

-Mostaza (la nuestra es holandesa, comprada en Rotterdam; pero, por supuesto, valdrá una buena mostaza de Dijon, o la que prefiramos). 

-Queso rallado (emmental, gruyere… Al gusto) y copos de queso parmesano, grana padano o pecorino romano (o manchego, por qué no: el caso es que sea un queso un poco más fuerte que el de la base). 

-Perejil, pimienta, albahaca y sal. 

-No salen en la foto, pero añadí unas tiritas de pimientos amarillos por encima del tomate y una puñadito de ralladura de brócoli y coliflor morada, que me sobró de otra cena. 

Modus cocinandi: 

Si sabes hacer la «o» con un canuto, sabes hacer esta tarta. 

Lo primero es extender la masa en papel de horno sobre un molde adecuado, pincharla un poquito con un tenedor y extender una fina capa de mostaza.  

Sobre la mostaza, disponemos una cantidad generosa del queso rallado de nuestra elección; sobre el queso, las rodajas de tomate y las tiritas de pimiento, de manera que vaya quedando una superficie vistosa. 

Se espolvorea con la sal, el perejil, la albahaca y la pimienta. 

Se hornea a 180ºC durante unos 15/20 minutos, hasta que los tomates estén bien asaditos y la masa dorada. 

Un vez fuera, se añaden estratégicamente algunos copos de pecorino romano, grana padano, manchego o el queso sabrosón que se haya escogido, para subrayar un poco el sabor del tomate y que, con el calor residual, se fundan tan ricamente en el trayecto del horno a la mesa. 

Esta tarta es muy ligera, pues no lleva huevos ni nata como las quiches. Se puede jugar con los quesos para hacerla aún más ligera. 

Su sabor es estupendo, ya que la mostaza aporta un toque inesperado de alegría a los tomates asados (u otras verduras: todo lo admite). 

Queda preciosa para llevar a una fiesta y quedar «like a sir» (bueno, «like a madam») sin nada de trabajo.